viernes, 26 de julio de 2013

Javier Leoni

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Javier Leoni. La imagen la colgó La Nave del Duende en su Facebook.

Este señor de ahí arriba me daba, cuando me veía, un beso en los morros y luego me acariciaba la barbilla, como solo sabe hacerlo un padre. Le conocí cuando comencé a ocuparme de cultura: hace siete años de eso y en la agenda aún me faltan cientos y cientos de teléfonos, pero Javier Leoni era... Si hablabas del Festival Medieval de Alburquerque, allí estaba él. Si hablabas de programación, también. Si hablabas de producción teatral. Si hablabas del trabajo de actores. Si hablabas de.

Si hablabas de la periferia y de cómo se hace teatro en la periferia.

Porque yo vivo en la periferia. Ese espacio que nunca sale en los medios de comunicación (que circunscriben, todos, la información nacional a Madrid, Cataluña y el País Vasco, con algún guiño a Andalucía, porque aquí no hay más comunidades y los centros de poder son los únicos de los que se habla, en los medios de izquierdas y en los de derechas). Y, en este trozo del oeste, Javier Leoni se empeñó en que se podía hacer teatro y en que se podía vivir profesionalmente del teatro. Creyó en el asociacionismo también. Defendió todo esto.

Me enseñó muchas cosas y debatimos de muchas más, verborreicos los dos, e implacables.

Esperanza Rayo me recordó lo que decía cuando nos lo encontrábamos en una obra de teatro: Vengo a aprender.

Mi concepto de los entresijos del teatro, de cómo se trabaja y por qué, le debe mucho a este hombre.

Y le voy a echar de menos.

domingo, 14 de julio de 2013

Tolkien

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Hace mucho tiempo, en un Festival de Mérida en el que había un profesor de Clásicas al que yo tenía que atender porque iba a hacer unas críticas, mientras hablábamos de literatura, me dijo que los jóvenes no leían, en general -este tipo de charlas se tienen con generalizaciones- y que, claro, cuando leían, solo leían cosas como El Señor de los Anillos.

-No tienes ni puta idea de literatura.



Eduardo Segura ha traducido a Tolkien. Yo he hablado con él por La caída de Arturo, un poema inconcluso que acaba de editarse en español. Y, cuando estábamos hablando, se ha detenido y, con cierto asombro -me ocurre muchas veces- me ha dicho: "Me gusta mucho el enfoque que le estás dando a la entrevista, porque a Tolkien se le suele banalizar mucho".

Yo le debo a ese hombre uno de mis personajes favoritos, que no es Aragorn y no es Gandalf. Me enamoré de él por un párrafo, al inicio, unas pocas palabras que me han acompañado desde entonces, porque en ellas hay mezcla de orgullo y mezcla de dignidad.

-Tú no eres de aquí, no eres un Bolsón, tú... ¡tú eres un Brandigamo!
-¿Has oído eso, Merry? Fue un insulto, ¿no?- dijo Frodo, cerrando la puerta en las narices de Lobelia.
-Fue un cumplido -respondió Merry Brandigamo-, y por eso mismo falso.

Hemos hablado de la importancia de los medios de comunicación a la hora de transmitir la obra de un autor. De cómo la idea de Tolkien está, sí, profundamente mediatizada (la lucha entre el bien y el mal y ya está, las películas de Peter Jackson -Segura dice que, salvo genios como Malick y otros, se está olvidando la importancia de narrar en el cine norteamericano-) y de que ya hay opiniones que no cabrean.

Yo le debo haber creado Lothlorien, me ha dicho Jordi: Y también haber creado a Lúthien y a Beren. Y Antonio, al que no conozco aún, pero conoceré, me ha recordado el momento en que Frodo le perdona la vida a Zarquino y él le dice: Has crecido, mediano. Él le dio el libro a su hermana, que comenzó a llorar a moco tendido, a los catorce, con la balada de Frodo Nuevededos y el Anillo del Destino y él, que tenía cinco años más, quiso retroceder para volver a leerlo por vez primera y emocionarse tanto como ella.

Casi nunca hablo de libros así.

Al final, los mitos son una llave. Y esa llave implica que tú creces con ellos. Que, a los 13, no soportas a Boromir y luego, a los 30, descubres que tú también necesitas perdón y le entiendes. Y quieres ser Gandalf, y tener las riendas, o conocer a algún Gandalf, y conseguir un maestro y una guía y asumes la oscuridad de Aragorn, su camino de retorno, el peso que supone ser la única esperanza. Y también sabes que eres Sauron.

Sabes que eres Sauron, aunque quisieras ser Sam.

jueves, 11 de julio de 2013

Fuegos

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Jero Morales

Qué aburrido hubiera sido ser feliz.

Qué aburrido hubiera sido ser feliz y que el dolor no hubiera creado nada.

No resulta fácil transformar un espacio de tres mil butacas en un lugar íntimo y pequeñito. Ni que se te olvide que ahí, sobre el escenario, están Ana Torrent -soy Ana, soy Ana-, Cayetana Guillén Cuervo, Carmen Machi, Nathalie Poza y veas, realmente, a María Magdalena, a Marguerite Yourcenar, a Clitemnestra, a Safo de Lesbos. Ni que, de nuevo, como en tres o cuatro obras solamente antes de esta, hayas tenido la necesidad, la necesidad real, de dar las gracias a todos y cada uno de los miembros del equipo: desde el iluminador hasta los técnicos, desde el director -José María Pou-, hasta la productora.

Nosotros podemos hacer esas cosas, después.

A mí se me olvidó respirar.

Jero Morales

Me daba cuenta luego, cuando era consciente de que me estaba quedando sin aire. Vi a María, la de Magdala, contenta y virgen como una niña chica, esperando su noche de bodas con Juan, el discípulo amado al que le repugnaban las mujeres y que la abandona para que ella caiga en brazos de otros hombres porque a veces el adulterio es otra forma de amor y porque, a veces también, pasas el tiempo acostándote siempre con la misma persona, aunque nunca estés con ella en una cama.

Yo no sabía que otro había amado a Juan antes de que yo lo amara, antes de que él me amara a mí. Yo no sabía que Dios era el remedio que buscan los solitarios.

Jero Morales

Hemos escuchado muchas veces a Clitemnestra, allí. No: no la hemos escuchado a ella. Hemos visto lo que hacía, solamente. La mujer vengativa que mata a su marido porque él llega con otra, casi una niña, y porque él ha matado a su hija, a la hija de ambos, para ganar un botín de guerra.

Nunca se había puesto delante de mí para contarme su historia.

Las mujeres siempre somos malas.

Dejar de ser amada es convertirse en invisible.

Pero yo quería obligarlo a mirarme de frente por lo menos al morir: por eso lo iba a matar, para que se diera cuenta de que yo no era una cosa sin importancia que se puede dejar o ceder al primero que llega.

Jero Morales
Safo quiere volar para morir. Es acróbata, como en otros tiempos fue poetisa, pues la índole especial de sus pulmones le obliga a escoger un oficio que pueda ejercerse entre la tierra y el cielo. Recorre los puertos para buscar a Attys. Pero encuentra a un hombre: qué error tan grande creer que había un hombre joven.

El desamor.

La creación. El trabajo de construir a un personaje que no sea, nunca, tan limitado como tú eres. Hacerlo caminar y controlarlo, para que te enseñe las cosas de las que eres capaz. Para que, escuchando, yo me acuerde de las noches de frío. De las veces que abandoné o me abandonaron. De la forma de reaccionar. De si el dolor te hace crecer o es únicamente dolor.

De por qué solo escribo cuando tengo que explicarme.

lunes, 8 de julio de 2013

El Héroe

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Es el hijo de Zeus y de Alcmena y yo he crecido con él. Con el Anfitrión (Hércules, su hermano Ificles, Júpiter engañando a esa esposa abnegada). Euristeo, el primo cobarde al que hacen nacer antes para que reine en Micenas. Yolao. Hera, que amaba a Zeus y a la que él engaña para que amamante al que al final es hijo de otra y así nace la Vía Láctea. Ese tipo fuerte que es un semidiós pero que está roto por dentro, aunque no tenga la culpa.

La culpa.

Acabo de leerme El Héroe, de David Rubín, los dos tomos, uno detrás de otro. No suelo hablar de los libros que leo (si llamo "libro" a un cómic, ¿se ofenderá alguno?) y además, lo confieso, me acerqué a él con ciertas reticencias, porque no me suelo fiar -nada y nunca- de las críticas de cómics españoles.



Tampoco sé decir por qué me gustan las cosas que me gustan. A mí me hablan las tripas. Recordar una viñeta; quedarme sin respiración, literalmente, cuando Heracles mata a su esposa y a sus hijos; asistir al deterioro de la relación entre Deyanira y el héroe, sin Neso de por medio pero con Quirón, la absoluta fuerza de algunas escenas, el dolor frío de algunos dibujos, la manera de contar.

Y lo demás. Aquí los doce trabajos son lo de menos. Aquí se habla de miedo, de traición y de lealtad, de la infancia que se pierde, de la caricatura que los medios de comunicación pueden -podemos- hacer de hechos que merecen reconocimiento y admiración, de la pérdida del espacio público, de la inexistencia del espacio privado cuando eres una figura pública, de la caída de los dioses, del sexo como instrumento de control, de la falta de referencias, de qué se puede hacer con el libre albedrío, de cuáles son los mitos que nos acompañan, de escribir el propio discurso -ah, esa necesidad de tomar las riendas- aunque las circunstancias y la vida no acompañen y de que los monstruos somos nosotros y los monstruos también mueren.



Podría hablar del color -ese rojo y ese verde que ocupan páginas-, de la reapropiación de los personajes (con un Atlas que sujeta el mundo interior, más que el exterior y una Hera que parece una Medusa y un can Cerbero tierno que no deja de ser un cachorro) y de lo bien que dibuja este señor o del proceso creativo -y de maduración- que nos deja ver al principio y al final -sí, qué bien lo hacía Kirby y, sí, lo que cuesta parir una obra-.

Pero al final lo que yo quiero decir de esto es que hacía mucho, mucho tiempo, que no temblaba tanto al leer algo.

sábado, 6 de julio de 2013

Cuando tocan los amigos

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OEX ensayando. La hice con el móvil, sí.
Conozco ese teatro como la palma de la mano y siempre me asombra estar allí. Si la obra es una mierda, me dedico a ver las columnas. Una está mal colocada. Al final, entrar por primera vez cuando comienza el Festival de Mérida al ensayo general, al primer ensayo general, se ha transformado en un rito. Recorrer la rampa, esperar a que enciendan las luces para no matarte con las piedras, quejarse porque el aire acondicionado no funciona otro año más, saludar a los técnicos de sonido a los que ves una vez al año, enchufar los cables, hablar con los compañeros, que los compañeros te pregunten si te ha gustado y qué esperas de la obra, acabar a las dos de la mañana, dormir poco, escribir, sacar cortes.

Y el estreno.

Ver ese teatro lleno, ese teatro que son dos teatros y dos pueblos enteros, esas casi tres mil localidades una al lado de la otra, es una bestialidad. Siempre te encuentras a alguien (una pareja de un amigo, unos turistas) que lo ve por primera vez, que te cuenta la maravilla que es y que tú sabes, porque cada vez que viene alguien haces lo mismo: pagas la entrada del Consorcio, lo llevas al vomitorio central, haces que se tope con Ceres en el centro y le miras la cara. 

Maribel Gallardo. Foto de Jero Morales.
Ayer se estrenó Medea. Abrió la Orquesta de Extremadura con la Medea de Barber. La obra nos la sabemos de memoria: las distintas versiones y el encargo de Corinto y por qué mata a sus hijos y por qué mata a Creusa, o a Glauce, y lo hijo de la gran puta que es Creonte, así que no es difícil, no fue difícil, imaginar un ballet mientras tocaban. Esperanza Rayo y yo lo comentamos, las dos con la boca abierta, cómo componía este señor, de dónde el desamor, la desesperación y los celos. 

Y luego salió el Ballet Nacional y yo me acordé de Treme. De la necesidad de conservar la propia historia y la propia cultura, de la necesidad de reconocer lo que es tuyo. Lo que tienes en casa, lo que ha nacido en las exiguas fronteras de tu país, cierta tradición actualizada. Y ese animal que es Maribel Gallardo encima de un escenario.

Hacía mucho tiempo que no veía a dos mil personas puestas en pie gritando y aplaudiendo durante horas. Y cuando José Antonio Montaño hizo que la Orquesta se levantara y el público de Mérida, que no era de Mérida solamente, se vino arriba y actuó como actúan los hinchas en un campo de fútbol, como yo no recordaba que hubiera pasado nunca -solo en Nueva York, en el concierto de Sonny Rollins, he visto un comportamiento así de enfervorecido-, para que se percatara quien se tiene que percatar del orgullo de tener esto aquí, fue como un cumplimiento.

Luego, lo de siempre: el peristilo, las declaraciones, los abrazos, la euforia. Y una charla con copa hasta las cuatro y media de la mañana que se queda dentro de esas cosas que los periodistas conocemos del Festival y que no vamos a contar nunca en público.

No pudo haber mejor comienzo.

miércoles, 3 de julio de 2013

'El club de La Lonja', la crítica del Festival

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Este texto NO es mío. Es de mi amigo Paco Vadillo y se publicó en El Peristilo del Teatro Romano.


Cuando cae la noche de los veranos emeritenses, un grupo de periodistas que trabajan en Mérida se citan, desde hace más de un lustro, en la cafetería de la Lonja Agropecuaria de Extremadura. Realmente no se conoce bien si este dicharachero grupo escogió el bar, o el bar les escogió a ellos. Lo cierto es que la ubicación del establecimiento, justo frente a la puerta lateral del Teatro Romano, lo convierte en el punto de encuentro perfecto para las charlas más secretas, divertidas y estrambóticas de los periodistas que cubren la información ‘festivalera’. Porque cuando finaliza junio, ‘El club de la Lonja’ vuelve a su actividad.
Es una ‘club’ sin estatutos, ni junta directiva. Sin fin social ni subvención. Es un ‘club’ ficticio que se ha convertido en una tradición, y que se convierte cada verano extremeño, en una mesa de análisis, crítica y tertulia sobre el contenido del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Y es cierto que allí, en La Lonja, se reúnen casi todos los profesionales que cubren para sus respectivos medios la información del certamen, pero el club sólo lo conforman un pequeño y heterogéneo colectivo de periodistas. Quedan incluso dos horas antes de los estrenos, de los ensayos y en días sueltos durante el Festival. Y con los años, ser, pertenecer y vivir ‘El club de la Lonja’ se ha convertido más en una necesidad que en un placer…Y cuando los quehaceres se convierten en ‘necesidad’ se conforma algo sólido. Los años han solidificado este grupo de amigos/periodistas que sobre todo, y por encima de todo, aman el Festival de Mérida.
En esas tertulias, acompañadas siempre de una tapa o ración, y su respectivo refrigerio, no sólo se analiza el montaje de turno, sino que se comenta cada detalle organizativo y folclórico del evento cultural. No son expertos, al menos no lo son todos, en periodismo cultural, pero su amor por el Festival les convierte en un sanedrín peculiar, diferente, que cada año gana adeptos. Es más, han sido muchos los directores, jefes de prensa y productores del festival que se acercan a estas reuniones, no sólo para saludar, sino para conocer la opinión sobre cada uno de los montajes que estos profesionales ofrecen. No son opiniones más, son opiniones de quien siente el Festival como algo suyo. Y esto, que puede parecer bohemio, es hasta peligroso, puesto que el nivel de exigencia tan alto muchas veces no permite al ‘Club de la Lonja’ dirimir sobre la calidad de un montaje…Pero cada maestrillo tiene su librillo, y sentirse en propiedad de algo, en ocasiones, no te deja ser objetivo. Pero hasta con sus lastres, este improvisado club, es una delicia de la que me siento parte.
Y para que conste, y con el máximo respeto a los compañeros que lo conforman, no podría acabar esta entrada en el blog sin contaros quién forma parte de un ‘club’, que por supuesto está abierto a los profesionales del periodismo amantes del certamen.
A día de hoy, este grupo lo conforman Esperanza Rayo, periodista del gabinete de presa de la Consejería de Cultura. Es, sin duda, la profesional que más sabe, conoce, ama, disfruta, de la cultura extremeña. Ha trabajado siempre como una ‘jabata’ y el Festival forma parte de su DNI. Inma Salguero, “la voz” de la Cadena SERen Extremadura, y este apelativo, sin intención de menospreciar a ninguno de sus compañeros de la emisora de Prisa, se lo pongo yo, porque la conozco a nivel personal y la veo luchar por su empresa y transmitir la cultura desde las ondas como nadie. Es además de una gran amiga, una excelente profesional. Fue la “voz en off” del Festival. Y conoce los entresijos del certamen a fondo. Enrique Treviño, nuestro ‘Quique’. Amor gaditano por los cuatro costados. Quique es de los profesionales que más años lleva cubriendo el Festival de Mérida. Es el responsable que el evento emeritense haya guardado sonidos históricos durante años. Además, entre sus múltiples premios consiguió el ‘Premio de Periodismo Radiofónico Pepe Andreu’ de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche por el programa ‘Margarita Xirgu, la primera actriz’, presentado por Radio Nacional de EspañaOlga Ayuso, la voz, las manos y la cara de la Cultura en Canal Extremadura Radio. Su programa es el faro cultural en los medios de comunicación de Extremadura. Su ácidez, pone la nota de color siempre, a cada análisis que el ‘club’ realiza, es imprescindible. Sandra Hernández, quien nos lleva en imágenes, gracias a Canal Extremadura TV, los estrenos teatrales de la región. Cubre la información para la tele autonómica dándole un toque de calidad en cada una de sus piezas, porque conoce, desde hace muchos años, el universo cultural de la región. Además, es una de las compañeras más amables y cariñosas de la profesión.
Completa el grupo un servidor, que lleva desde pequeño viviendo el festival, gracias a mi madre, que desde que tenía 8 años compraba los abonos para no perdernos una sola obra. Y gracias a mi profesión puedo hablar del festival en la Cadena COPE, pero también lo he hecho para el diario HOYABC y la emisora municipal de Mérida.
‘El club de la Lonja’ no es un grupo cerrado, siempre se nutre de nuevos compañeros, o viejos que quieren charlar y divertirse. Vivir el Festival de forma más intensa. Una excusa para hablar de teatro, de Festival y reunirnos. Queda un mes para la primera reunión…se apuntan?

El festival, para nosotros, comienza oficialmente mañana a las once y media de la mañana.

Y sí: es nuestro.