miércoles, 28 de septiembre de 2011

Jonathan Franzen

2 comentaron

"No escribo para todo el mundo -dirá poco después [Jonathan Franzen]-. Escribo para la gente que no encaja en él. Para los que no están satisfechos y sienten vergüenza. Escribo para los misfits. Y pertenecen a todas las clases, a todas las razas y sexos y edades. No es una minoría insustancial, quizá llegan al 5% de la población, puede que más. Son esas personas que leen y que quizá visitan las tumbas de sus escritores preferidos, porque se sienten menos solos haciéndolo. Esa es la gente que realmente me preocupa".




Hay un libro de Cesc Noteboom. "Tumbas", se llama. No recuerdo haber visto más tumbas que las de Luís Vaz de Camões y la de Pessoa (que mira que es fea), pero sí sonreí mucho cuando, caminando por Nueva York, vi a Schiller, a Andersen, a Burns, a sir Walter Scott.

Y sí: te sientes menos sola. Si es que eso es posible.

viernes, 23 de septiembre de 2011

La factura cultural - Orquesta de Extremadura

4 comentaron

Mercedes Barrado es... Qué voy a decir yo de Mercedes Barrado a estas alturas, a la que conozco desde hace once años, con la que he tenido encuentros una vez cada x meses, siempre en eventos culturales y que siempre me trata con cariño. Con frecuencia, cuando uno enlaza una página de un periódico, al cabo de meses se encuentra con que el enlace no sirve, así que voy a copiar el artículo que ha escrito para el diario Hoy, donde trabaja. Se titula La Factura Cultural y la negrita es mía. La Orquesta de Extremadura ha realizado una petición pública de recogida de firmas. Yo le debo varios buenos momentos, solitaria o con amigos, y mucho aprendizaje sobre música clásica.



Siempre me ha sorprendido la ligereza con la que los que están arriba, en la escala de poder, los que cobran sueldos públicos (y, muchos de ellos, dos y tres sueldos públicos y tienen coches oficiales y les regalan iPads y iPhones para que jugueteen en sus sesiones parlamentarias o en su casa y les salen gratis -pagados por todos- los transportes en avión, autobús y tren) tratan el pan ajeno. Más del 60 por ciento de la población cobra 1000 euros o menos en España. Crearon un país de albañiles en el que los jóvenes abandonaban los estudios porque era más rentable ser encofrador. Desprestigiaron, durante años, a los profesores, y muchos sabemos que, para mantener cierta excelencia en el trabajo, hace falta prestigio social. Y etc.

Yo, que ya no sé si soy una optimista informada o una derrotista sin cuartel, comienzo a estar francamente aterrorizada. Y no es una frase hecha.

Aquí el artículo de Merche Barrado:


LOS currantes de Isaac Rosa han tenido más suerte que los músicos de la Orquesta de Extremadura (OEx). En su última novela 'La mano invisible' el escritor nos mete en la mente de esos trabajadores manuales habitualmente ignorados, sometidos a los ritmos de las cadenas productivas o al destajo, cuyo nombre nunca es recordado a la hora de disfrutar de los productos que salen de sus manos. La habilidad del escritor ha dado voz y pensamiento vigorosamente apreciable a esos obreros de su libro a los que en la vida real suele presentarse hoy indiferenciadamente metidos en el saco común de las estadísticas de productividad o de los ERE. 

A los músicos de la OEx, el ejecutivo regional les ha metido de hoz y coz, y parece que con pocas explicaciones, entre los servicios sociales cuya utilidad se cuestiona en las circunstancias económicas actuales. Tanto se cuestiona, que a los integrantes de la orquesta se les ha dado un horizonte de actuaciones de tres meses, sin concretar al parecer, obviando el funcionamiento por temporadas que caracteriza este tipo de formaciones. Los músicos no han sido informados de las cifras que cuestionan la viabilidad de la orquesta y se van enterando de las dificultades por los periódicos. Abonados, aficionados, y ciudadanos en general también podrían hacerse un mejor juicio sobre los acontecimientos en torno a la orquesta extremeña si pudieran consultar los datos que supuestamente aconsejan neutralizar un proyecto de once años. 

El consejero de Economía, Antonio Fernández, piensa que el malestar por la desaparición de la orquesta se limitaría a la desazón de unos cuantos melómanos de afinado oído y calcula que unas 150 familias de parados se beneficiarían de los fondos que dejase libre su eliminación. No dice si esa cifra tiene en cuenta o por el contrario desprecia matemáticamente a las 65 familias de músicos de la OEx que también pasarían a integrar las filas del paro o si repara en las consideraciones que diferencian una orquesta de aficionados, por mucho que sea su entusiasmo y su calidad, de una orquesta profesional. 

Además, si eliminando 65 puestos de trabajo de profesionales que cobran entre los 1.500 y los 1.700 euros, calcula que se pueden crear 150 empleos, ¿de qué calidad y viabilidad de empleo está hablando? 

En la forma en que se está llevando a cabo el aparente desmantelamiento de la OEx parece latir el prejuicio tan habitual en España que sitúa a los músicos como a otros artistas en general en una órbita vital despreocupada y frívola en la que el arte tiene poco que ver con lo que nos rodea y con su responsabilidad social. Tampoco parece tener muy en cuenta el horizonte de mejora que una formación de este tipo otorga a aquellos extremeños que han optado por hacer de la música el mundo profesional en el que desarrollarse. Si la aspiración a la excelencia tiene en nuestra región consideración de factor que prestigia a una empresa, ¿por qué se desestima esa aspiración en el caso de la música hecha desde Extremadura? 

Las dudas sobre la OEx no hacen más que añadir incertidumbre a un panorama cultural que carece del bullicio habitual de otros otoños culturales. La mayoría de los museos sigue sin presentar propuestas culturales para la temporada entrante y mantienen exposiciones en curso desde fechas previas a las elecciones autonómicas. Se han encendido las alarmas sobre un premio literario de larga tradición como el Felipe Trigo y se han eliminado a la chita callando los Premios Extremadura a la Creación sin que nadie parezca haberlos echado de menos en el entorno del Día de Extremadura. La cultura está ya pagando de manera evidente la cruel factura de la crisis. 

Aunque una noticia algo alentadora de estos días ha sido, después de muchos años de vicisitudes y apreturas de usuarios y empleados, la presentación del bello edificio de la nueva Biblioteca Pública del Estado de Badajoz que deberá estar dotado de mobiliario y en uso en unos pocos meses. Sí, esta es una buena noticia.

martes, 13 de septiembre de 2011

Por dentro

13 comentaron

No te voy a decir qué, pero te he permitido hacer cosas que jamás le había dejado hacer a nadie.


He aprendido un sinfín de cosas en tres noches. Que, si pido, se me da, y yo doy si me piden. Que hay canciones que puedo repetir como un mantra para que todo esté bien y todo sea posible, para ahuyentar los miedos que me vuelven el estómago de revés y de golpe; que me bastan unas horas para saber -para saber realmente- que quiero estar a tu lado cuando vengan dadas, porque van a venir dadas muchas veces. Que puedo volver a reírme como una niña chica, que mi piel se ha vuelto infinita, un ente que está fuera de mí y que no puedo controlar cuando me tocas por dentro, como tampoco controlo los sonidos, como tampoco controlo las palabras.

De momento, sé que él tiene mucha suerte. Me aprendí esa frase de Nuria de memoria, antes de llegar, entre lágrimas, para irme el lunes constatando, de nuevo, lo mal que se me dan las despedidas, porque me he pasado la vida despidiéndome de sitios, y de gente, de los que no quería irme.

Sé, también, que eres tan inteligente que no hace falta que te explique algunas cosas, porque ya las intuyes y eso me lo hace mucho más cómodo. Que, cuando me respondes, yo me abandono. Que la curiosidad y la ternura que me produce saber de ti se pueden volver tenazas cuando me doy cuenta de que nunca haré cosas contigo. Que voy a escribir para recordar, cuando lo que voy a recordar jamás podría explicárselo a nadie: un pliegue de tus labios, un par de olores, cientos de expresiones de tu cara, un rato de cosquillas, el agua cayendo; el color de tus ojos al sol, la forma en que brillan cuando adivino los nombres de personajes de cómics contigo, lo capaz que eres de terminar todas las frases y todas las historias.

De momento, sé que yo, también, tengo mucha suerte.